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Consenso de Washington

FUENTE

Se entiende por Consenso de Washington un listado de políticas económicas consideradas durante los años 90 por los organismos financieros internacionales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) y centros económicos, con sede en Washington D.C. (District of Columbia), Estados Unidos, como el mejor programa económico que los países latinoamericanos deberían aplicar para impulsar el crecimiento. A lo largo de la década el listado y sus fundamentos económicos e ideológicos se afirmaron, tomando la característica de un programa general.

Origen del Consenso de Washington

En realidad el Consenso de Washington fue formulado originalmente por John Williamson en un documento en noviembre de 1989 («What Washington Means by Policy Reform», que puede traducirse como «Lo que quiere decir Washington con reformar orientaciones políticas» o «Lo que desde Washington se entiende como reforma de las orientaciones políticas»). Fue elaborado también en un documento como trabajo para una conferencia organizada por el «Institute for International Economics«, al que pertenece John Williamson.[cita requerida]

El propio Williamson cuenta que en ese histórico borrador incluyó «una lista de diez políticas que personalmente pensaba eran más o menos aceptadas por todo el mundo en Washington». Originalmente, ese paquete de medidas económicas estaba pensado para los países de América Latina, pero con los años se convirtió en un programa general. Las políticas económicas del consenso son las siguientes:

  1. Disciplina presupuestaria (los presupuestos públicos no pueden tener déficit)
  2. Reordenamiento de las prioridades del gasto público de áreas como subsidios (especialmente subsidios indiscriminados) hacia sectores que favorezcan el crecimiento, y servicios para los pobres, como educación, salud pública, investigación e infraestructuras.
  3. Reforma Impositiva (buscar bases imponibles amplias y tipos marginales moderados)
  4. Liberalización financiera, especialmente de los tipos de interés
  5. Un tipo de cambio de la moneda competitivo
  6. Liberalización del comercio internacional (trade liberalization) (disminución de barreras aduaneras)
  7. Eliminación de las barreras a las inversiones extranjeras directas
  8. Privatización (venta de las empresas públicas y de los monopolios estatales)
  9. Desregulación de los mercados
  10. Protección de la propiedad privada.

Hay que puntualizar que por «más o menos», Williamson entendía el complejo político-económico-intelectual que tiene sede en Washington D. C.: los organismos financieros internacionales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial), el Congreso de los EEUU, la Reserva Federal, los altos cargos de la Administración, y los institutos con destacados expertos (think tanks) económicos. Aunque Williamson subrayó que debe aplicarse con criterio, la lista pronto se convirtió en lo que más o menos pensaban los economistas sobre lo requerido para el progreso de todos los países en vías de desarrollo. Sin embargo, los ciclos de auge y apogeo no terminaron y se expandieron de América Latina a otros países, y también hubo pérdida del producto que duró más o menos una década para que las economías regresasen al nivel anterior a la transición. Y por cierto, también hubo una serie de crisis financieras a nivel más o menos generalizado.

El consenso sin duda no logró los resultados esperados. Se llegó a demostrar que el crecimiento efectivamente está ligado al comercio, pero que se debían dar incentivos para dicho comercio; además, la liberalización del comercio a veces deterioraba esos incentivos (apreciación cambiaria, por ejemplo). Mientras fue posible, se logró el crecimiento a través del comercio con incentivos tales como la reducción de los derechos a las exportaciones, un tipo de cambio más competitivo, la liberalización de las exportaciones antes que las importaciones (industrialización sustitutiva de importaciones), el mejoramiento de la infraestructura para el comercio exterior, y la creación de zonas francas.

Otra dificultad identificada, fue que las estrategias se centraron más en la eficiencia que en ampliar la productividad y por ende el crecimiento, por lo que estas reformas verdaderamente no inducían el crecimiento.

Además, si bien estas recomendaciones de política económica se planearon para crecimiento sostenido, no se resolvieron satisfactoriamente los fallos públicos y del mercado, que impiden acumular capital y aumentar la productividad.

Esa breve lista tomó autonomía y se constituyó en lo que más tarde se denominaría «neoliberalismo», especialmente por parte de sus críticos.

Con posterioridad, la «lista» inicial fue completada, ampliada, explicada, y corregida. Así y en distintos foros, se ha oído hablar del «Consenso de Washington II«, y del «Consenso de Washington III».1 2 3

Críticas al consenso de Washington

Asimismo el Consenso de Washington ha recibido gran cantidad de críticas. Quizás las más importantes sean las que le formulara Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001 y ex vicepresidente del Banco Mundial. Críticos de la liberalización como Noam Chomsky o Naomi Klein,4 ven en el Consenso de Washington un medio para abrir el mercado laboral de las economías del mundo subdesarrollado a la explotación por parte de compañías del primer mundo.

Otras críticas provienen desde la antiglobalización hasta del mismo liberalismo económico junto con algunas de sus corrientes: la escuela clásica y la escuela austríaca. Ellos argumentan además que los países del primer mundo imponen las políticas del Consenso de Washington sobre los países de economías débiles, mediante una serie de organizaciones burocráticas supraestatales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, además de ejercer presión política y extorsión. Se argumenta además, de forma muy generalizada, que el Consenso de Washington no ha producido ninguna expansión económica significativa en Latinoamérica, y sí en cambio algunas crisis económicas severas, y la acumulación de deuda externa que mantiene a estos países anclados al mundo subdesarrollado.

A su vez, sus políticas educativas, si bien en buena medida acatadas en Latinoamérica (especialmente en países como Chile y Argentina) donde tenían considerable buena prensa, ha sido criticada desde dentro de estas mismas sociedades, en trabajos como el de José Luis Coraggio La educación según el banco mundial, que ponía en entredicho el modelo educativo neoliberal y las posibles consecuencias de su implementación, consecuencias que luego se ha visto como ciertas, y que en buena medida explotaron en la Crisis Educativa en Chile del 2011.5

Referencias y notas

  1. Pedro Isern. «Del “Consenso de Washington” al “Consenso de Chile”: ¿Por qué el Consenso de Washington fracasó mientras que el de Chile tuvo éxito?» (en español).
  2. Alfonso Dingemans (diciembre 27 de 2010). «Una nueva mirada al Consenso de Washington: Estado, confianza social, y criterios de evaluación» (en español).
  3. «El nuevo modelo económico: Dos informes diferentes» (en español) (marzo de 1996).
  4. Algunos textos críticos al respecto se pueden ver compilados en el libro de Gianni Minà Un mundo mejor es posible. Desde el Foro de Porto Alegre, ideas para construir el futuro, editado por Le Monde diplomatique, en el 2002
  5. Coraggio, José Luis y Torres, Rosa María, LA EDUCACION SEGUN EL BANCO MUNDIAL: Un análisis de sus propuestas y métodos, Miño y Dávila Editores, Madrid, 1999, ISBN: 9788492347889

Enlaces externos

FINACIANDO LA BANCA Y VENDIENDO EL PAIS

per Juan Antonio Alejo

Los acontecimientos están transcurriendo uno tras otro, hoy hay otra nueva noticia bastante desgarradora, suficiente como para haberle dedicado otra entrada, el único que se ha opuesto ha sido el primer Ministro británico David Cameron y es la referente al déficit en la que cualquier país miembro de la UE cuyo déficit sobrepase el 0,5% será fuertemente sancionado, la norma va a dejar a la mayoría de los países sin instituciones públicas pues tendrán que venderlas para no sobrepasar el 0,5%% e impedirá que levanten cabeza. El problema está en que una vez vendidas, en cuanto vuelva a subirles el déficit ya no les quedará nada para vender.

Por otra parte, las instituciones de los países podrían ser sostenibles, no debería de haber déficit. Para ello la clase política de los distintos países de la UE deberían dejar de robar y de derrochar el dinero de los contribuyentes, pero como no están dispuestos a sacrificar sus privilegios, osea a dejar de robar al pueblo, pues pasan por encima de nosotros vendiéndonos a los mercados.