Florentino Pérez y sus «negocios» privados con lo público: Poyecto Castor, basuras Madrid, Hospital Majadahonda…

Punts de Vista

Ana Botella y Florentino Pérez

Si utiliza usted cocina a gas, calefacción y caldera le abonará en los próximos años a Florentino Pérez 182 euros de más como indemnización a su empresa ACS, responsable del Proyecto Castor. Un proyecto de captación de gas frente a las costas de Tarragona y Castelló que provocaba temblores en las viviendas (aunque no era para tanto, según explicó el propio Florentino a Jordi Évole en Salvados)… Los de Vinaroz y alrededores «se asustan por nada, porque no hubo ningún temblor en ninguna casa…» Florentino dixit.

El Gobierno fue más precavido (¡sólo les faltaba que se les hundieran casas en el litoral del abuelo Fabra! y aprobó la indemnización a Escal UGS, sociedad controlada por el grupo presidido por Florentino Pérez, por un total de 1.350 millones de euros a la compañía liderada por ACS mediante el traspaso del almacenamiento subterráneo a Enagás, que a cambio recibe un derecho de…

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En el país de PODEMOS

Economistas Frente a la Crisis

Por José Moisés Martín Carretero (@jmmacmartin) economista y miembro de Economistas Frente a la Crisis

La irrupción de PODEMOS en el panorama español ha sido uno de los ejemplos más claros de emergencia de nuevas formas de hacer política –con sus virtudes y sus defectos- en toda la Unión Europea. Mucho se ha escrito, a favor y en contra, del surgimiento de esta fuerza política y de sus posibilidades de condicionar la vida política del país. Entre los aspectos que más polémica han generado, por su importancia, destaca su programa económico.

¿Es PODEMOS una fuerza de gobierno capaz de gestionar la economía de un país avanzado y con serias dificultades como es España? No han sido pocos los que han escrito sobre ello, generando la opinión de que PODEMOS es una formación claramente incapaz de gestionar adecuadamente la economía, llegando a poner como ejemplos de su modelo económico…

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De cómo se inundó de droga el País Vasco y España en los años 80 y 90. El “informe Navajas”.

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informeEl desaparecido ‘Informe Navajas’, íntegro

(07/10/04)

Es conocida la afición del ex presidente de la República italiana a pisar charcos, sobre todo los que tienen que ver con España y el terrorismo etarra. Pero esta vez Francesco Cossiga ha dado un paso al frente y levantado una auténtica polvareda, precisamente desde Bilbao, con unas declaraciones sobre la excarcelación del ex general de la Guardia Civil Enrique Rodríguez Galindo.

Cossiga ha dicho que con la puesta en libertad de Galindo, José Luis Rodríguez Zapatero no piensa renunciar a lo que le parece un ‘mérito’ del anterior Gobierno socialista, que es “el uso del terrorismo de Estado”. Según Consiga, con las últimas detenciones de etarras –Mikel Antza y su compañera Anboto-, Zapatero pretende que “se olvide un acto indecoroso, que ni siquiera Aznar se atrevió a plantear, como es la puesta en libertad de un vulgar asesino, que…

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Video – Entrevista a Nuria del Río – Finanzas éticas.

Nuria Del Río, pertenece al consejo asesor de Coop57 a nivel estatal.

Resumen de la entrevista a Nuria del Río, del consejo asesor de la cooperativa financiera Coop57 acerca de las finanzas éticas. Banca ética y economía solidaria: otras finanzas son posibles.

Fuente:Barrio Canino.

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Escal i ACS renuncien formalment a la concessió del projecte Castor i aquest passarà a càrrec de l’Estat

«Pensem que som nosaltres qui decidim què mengem, però no és així»

esther vivas

ev_arVern Bueno | Territoris.cat

Esther Vivas és un dels rostres prominents de l’activisme social a Catalunya. Davant d’un model global econòmic i social que considera injust i desequilibrat, Vivas (Sabadell, 1975) s’atreveix a plantejar alternatives. La seva especialitat és el món agrícola i alimentari, sobre el qual ha escrit diversos llibres. Aquesta periodista i investigadora denuncia l’impacte que la globalització, el lliure mercat i el poder de les multinacionals provoca en la manera com produïm i consumim el menjar. La seva aposta és la sobirania alimentària i el consum crític.

Com defineix la sobirania alimentària?
És decidir sobre allò que mengem. És una alternativa política contra un sistema agrícola i alimentari que no satisfà les nostres necessitats bàsiques. Un sistema que segons dades de l’ONU produeix menjar per a 12.000 milions de persones, el doble de la població mundial, en un planeta on 1 de cada 7 habitants passa gana…

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Entrevista a Jacques Rancière: «El maestro ignorante»

Clionauta: Blog de Historia

El suplemento cultural (adncultura) del rotativo argentino La Nación ha ofrecido a sus lectores una entrevista con este pensador francés, del que ya hemos hablado en alguna que otra ocasión:


Por Luisa Corradini

Corresponsal en Francia – París, 2008

En 1818, la teoría de un extravagante pedagogo francés provocó una revolución en el rígido universo de la educación europea: «Quien enseña sin emancipar embrutece», predicaba Joseph Jacotot. Todo hombre, todo niño, postulaba, tiene la capacidad de instruirse solo, sin maestro. El papel del docente debe limitarse a dirigir o mantener la atención del alumno. Jacotot proscribía a los maestros «explicadores» y proclamaba como base de su doctrina ciertas máximas paradójicas con las que se ganó virulentas críticas: todas las inteligencias son iguales. Quien quiere puede. Es posible enseñar lo que se ignora. Todo existe en todo.

Un siglo y medio después, el filósofo marxista Jacques Rancière consagró un libro,

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Por una democracia del común. Entrevista a Michael Hardt

FUENTE

Declaración, el último libro de Michael Hardt y Toni Negri, ha sido escrito al calor de la serie de «revoluciones conectadas» que irrumpieron en el 2011: Primavera Árabe, 15M, Occupy Wall Street. La obra está constituida por algunas ideas extraídas de las prácticas que se generaron en estas revueltas y que pueden ser útiles para impulsar el paso de un llamamiento a rebelarse contra la crisis y la falsa democracia, a la constitución de una nueva sociedad. Es decir, a la creación de instituciones y nuevos derechos a partir de los prototipos organizativos que se han dado en las redes y las plazas.

Revueltas en Turquía, junio 2013

Las obras anteriores de los autores –Imperio, Multitud y Commonwealth– han constituido una referencia fundamental del pensamiento político actual. Lo que las distingue de la pura especulación filosófica o académica es la articulación de sus autores con los movimientos sociales y las luchas reales del ciclo global de conflictos todavía en curso.

Para contribuir a esta tarea, la Fundación de los Comunes –en colaboración con el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y el Museo Reina Sofía de Madrid– ha organizado una ronda de charlas con Michael Hardt, bajo el título de Común y poder constituyente, con el objeto de abrir discusiones públicas en torno a las cuestiones planteadas en el ensayo Declaración.

En esta entrevista, desde la Fundación de los Comunes preguntamos al autor sobre los movimientos contra la deuda como importante derivación de estas revueltas y respecto a su relación con la construcción de una democracia real basada en el común.

 

En Declaración planteáis que estudiar la deuda desde la posición de los endeudados resulta útil para entender el proceso de mercantilización de los derechos. ¿De qué manera transforma la deuda el vínculo entre ciudadanía y derechos?

Nuestras sociedades han pasado de un sistema basado en el bienestar (Welfare) a otro basado en la deuda (Debtfare). Las necesidades básicas para la vida que debían ser cubiertas por la estructuras del Estado del Bienestar ahora son solo accesibles mediante el endeudamiento personal. Necesitas un préstamo para estudiar en la universidad, adquirir una casa o ser atendido en un hospital. Es una grave injusticia que estas necesidades vitales queden además fuera del alcance de muchas personas. Pero lo importante es reconocer la naturaleza social y colectiva de este fenómeno, que forma parte de un proceso neoliberal más general en curso desde la década de 1980, intensificado en años recientes. Las luchas contra la deuda se basan hoy en reconocer que endeudarse no es una elección personal, mucho menos el resultado de un frívolo gasto excesivo. Se trata más bien de un fenómeno socialmente determinado. Cuando reconocemos que no estamos solos en nuestro endeudamiento podemos empezar a luchar juntos.
Judith Butler ha propuesto la «fragilidad» como el punto de partida para una alianza política que ya no se basa en la homogeneidad, sino en las diferencias. Esta idea parece sugerente dada la compleja composición del «99%», el «nosotros» que hablaba en Occupy. La proliferación de la confianza y el apoyo mutuo, rechazando la disciplina de la homogeneidad, ¿son ahora condiciones para organizar la revolución? ¿Cómo articulamos la relación entre el uno y el muchos, partiendo de nuestra condición finita, dependiente y vulnerable, contrarrestando el aislamiento que produce la individualización?

Es importante combatir los dispositivos de individualización masiva que aíslan a las personas haciéndolas sentirse responsables e incluso culpables de su propia subordinación, abandonadas en su impotencia. La deuda es un dispositivo que produce este tipo de individualización mediante la retórica de la autosuficiencia individual. Pero sería erróneo obsesionarnos con nuestra victimización. Mediante redes de cooperación social podemos desplazar la perspectiva de la dependencia individual a la interdependencia colectiva. No se trata de imaginarnos inmunes, sino de crear un contexto social en el que podamos sentir una seguridad real. En la relación de unas personas con otras nuestras vidas pueden dejar de ser precarias. Los movimientos recientes contra la deuda en Estados Unidos, España y otros lugares han generado poderosos efectos de desindividualización: no solo bloquean la amenaza acreedora, sino que también –y esto es aún más importante– construyen redes autónomas de interdependencia y apoyo. Me gusta pensar en términos de «poder de la interdependencia». Sin embargo, huir del individualismo forzado de la sociedad del débito no significa fundirse indiferenciadamente en la masa. El asunto plantea un reto teórico y político importante. Tenemos que demostrar que el individuo aislado no es el único espacio de la diferencia, pero también que nuestras redes de cooperación social autónoma funcionan porque somos diversos y solo perduran en la medida en que nos permiten seguir siéndolo.
¿Cómo opera el «comunero», el sujeto que a vuestro juicio produce «el común»?

Resulta útil pensar al comunero como alguien que no solo hace uso o participa del común, sino que también lo produce. El común debe ser producido y reproducido continuamente. Todo lo que es común o susceptible de devenir común —incluso el agua, la tierra y los bosques— forma parte, siempre, de una relación de cuidado e interacción. También las formas inmateriales de lo común —las ideas, las imágenes y los códigos— deben ser producidas y de tal manera que puedan ser compartidas de forma sostenible. En una escala mayor, debemos pensar en la metrópolis misma y en todas las relaciones sociales insertas en ella como una gigantesca producción y un vasto reservorio del común. El punto clave es entender que el común no es espontáneo ni automático, que necesita del comunero que es quien lo produce y sustenta.
¿Cómo se organiza ese común que no es privado pero que tampoco responde al imaginario de lo público-estatal presente en las demandas de parte de los movimientos y del pensamiento de izquierda?

El común no se define sencillamente por la falta de control privado o estatal, sino también por el establecimiento de un modo de gestión alternativo: la autogestión democrática colectiva. Tales prácticas de autogestión son lo que Toni Negri y yo llamamos «instituciones del común». Mientras algunos sostienen que el común puede ser gestionado únicamente por comunidades claramente delimitadas y reducidas, nosotros concebimos un común definido por el libre acceso y la participación expansiva. El común se debe caracterizar no exclusivamente por la homogeneidad en pequeña escala, sino también por la mezcla y la pluralidad en una escala mayor. Esta discusión es paralela a una conocida divergencia en las teorías sobre la democracia. Hay quienes sostienen que una democracia real solo puede funcionar en el marco de unas comunidades reducidas y limitadas, mientras otros —entre quienes nos incluimos— imaginamos y luchamos por la democracia de una población a gran escala, heterogénea y activa. Tal democracia real no existe aún de un modo significativo y su realización futura no está en modo alguno garantizada, pero constituye el horizonte —una estrella que guía en la imaginación política— para un número cada vez mayor de personas alrededor del mundo. Una democracia real y unas relaciones abiertas y expansivas del común son promesas por las que debemos luchar.
¿En qué estado se encuentra la organización del movimiento contra la deuda en Estados Unidos después de Occupy? ¿Te parece que las iniciativas contra la deuda se pueden considerar un «comunero colectivo» en oposición al «capitalista colectivo»?

Existen numerosas campañas contra los desahucios organizadas a nivel local en Estados Unidos, pero el proyecto contra la deuda de coordinación más extendida es Strike Debt. Uno de sus aspectos más útiles es la manera en que reúne las luchas contra diferentes formas de deuda: estudiantil, sanitaria e hipotecaria.

Sin duda, iniciativas como también la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) en España y otras similares crean un común en la medida en que combaten la segregación de la ciudad fragmentada y privatizada, y dotan a las personas de herramientas con las que crear espacios comunes para vivir. ¿Qué significaría hacer realmente una metrópolis común? Es una cuestión de peso difícil de responder. No me cabe duda de que Strike Debt o la PAH ofrecen parte de la solución.
¿Dónde radica la posibilidad de romper con la individualización del tiempo, para afirmar una temporalidad de los «comuneros»? ¿Cómo podemos romper con la temporalidad de la deuda y afirmar un tiempo de la compartición, organizando la vida en común?

Para constituir una nueva temporalidad, tenemos que empezar por investigar la naturaleza del tiempo en que vivimos hoy. El historiador E. P. Thompson teorizó cómo la industrialización conllevó un cambio en nuestro «tiempo interno». Mientras anteriormente se medía el tiempo en términos de ciclos naturales y tareas materiales, el dominio de la industria introdujo una medida homogénea y regular del tiempo que se propagó desde la fábrica hacia toda la sociedad. Thompson señala también que el movimiento obrero industrial dedicaba una parte importante de su esfuerzo a las luchas sobre el tiempo. La lucha por reducir la jornada laboral operaba en el terreno de la temporalidad industrial. Thompson propone reconstruir nuestro sentido del «tiempo interno» en términos de qué hacemos, cuáles son nuestras prácticas cotidianas y cómo cooperamos productivamente unas personas con otras. Es una tarea difícil, pero este me parece por lo menos un punto de partida. El estallido de la fábrica como modo de producción ha dado como resultado una fragmentación de tiempos de la producción. La temporalidad del sujeto endeudado forma parte de esta nueva pluralidad. Tenemos que dar cuenta en detalle de los diversos modos de producción y de cooperación de los sujetos endeudados, para poder identificar cómo constituyen en concreto su sentido del «tiempo interno» e investigar qué potencialidades de revuelta se abren en este terreno.

Los diez mandamientos del perfecto militante

Los diez mandamientos del perfecto militante

 

Viento Sur

 

¿Sabes imprimir panfletos con multicopista? ¿Estarías dispuesto, como líder de un movimiento, a dejarte destituir? ¿Cuáles son los pilares de una lucha correctamente organizada? ¿Tienes a Slavoj Zizek junto a Roosevelt en tu mesilla de noche? … Consejos de Mike Davis a militantes de todo tipo.

Hace poco, en Canadá, una amiga me preguntó si el movimiento Occupy Wall Street” [Ocupar Wall Street] podría sacar alguna lección de los  movimientos de protesta de los años 60. Le respondí que uno de los pocos recuerdos más o menos claros que conservo de entonces –ya han pasado más de cuarenta años– es justamente el de haberme prometido que nunca, nunca, me convertiría en un viejo imbécil con lecciones que transmitir. Pero ella insistió, y su pregunta acabó por despertar mi propia curiosidad.¿Qué puedo destacar, a fin de cuentas, de una vida entera entregada al activismo? Bueno, parece que me he convertido en un especialista, capaz de sacar mil octavillas de una multicopista de salud frágil, antes de que se desintegre. (He prometido a mis hijos llevarles uno de estos días al Museo Smithsonian para que admiren estos artilugios del demonio que tanto han aportado al movimiento por los derechos civiles y a los movimientos anti-guerra). A todo esto, me acuerdo sobre todo de algunos consejos que me dieron mis camaradas con más edad y experiencia, y que memoricé como mis Diez Mandamientos personales (al estilo de los que se pueden encontrar en un libro de dietética o en algunos folletos bien impresos). Éstos son, para lo que puedan valer:

En primer lugar, el imperativo categórico es la organización; o mejor dicho, facilitar la auto-organización de los otros individuos. Catalizar está bien, pero organizar está mucho mejor.

En segundo lugar, los dirigentes del movimiento deben ser temporales y dispuestos siempre a ser sustituidos. El trabajo de un buen organizador, como se solía decir en la época del movimiento por los derechos civiles, es organizar su retiro, y arreglárselas para no volverse indispensable.

En tercer lugar, los manifestantes deben trastocar la permanente tendencia de los medios de comunicación a la metonimia, es decir, a designar al todo por una de sus partes, a un grupo por uno de sus individuos (¿no es extraño, por ejemplo, que conmemoremos el “Día de Martin Luther King”, y no el “Día del Movimiento por los Derechos Civiles”?). Los portavoces deben ser sustituidos con regularidad, abatidos incluso, si es necesario.

En cuarto lugar, vale la misma advertencia para las relaciones existentes entre el movimiento y los individuos que participan en él como bloque organizado. Creo muy sinceramente en la necesidad de una izquierda revolucionaria orgánica, pero estos grupos sólo pueden pretender la autenticidad si dan toda la prioridad a la construcción de la lucha, y se prohiben a sí mismos tener una agenda secreta respecto a los otros participantes.

En quinto lugar, como costosamente aprendimos en los años 60, la democracia consensual no es equivalente a la democracia participativa. A escala de las comunidades o de los grupos de afinidad, la toma de decisiones por consenso puede funcionar muy bien, pero cuando se trata de una lucha de mayor duración o que reúne a más individuos, pasar a una forma de democracia representativa es esencial para permitir la participación más igual y más grande posible. Como siempre, el diablo está en los detalles: conviene asegurarse que cualquier delegado pueda ser destituído de sus funciones, formalizar el derecho de las minorías políticas para que estén representadas, y así todo lo demás. Ya sé que es una herejía decirlo, pero los buenos anarquistas, los que creen en la acción concertada y en el autogobierno por la base, podrían encontrar enseñanzas de gran valor en el Robert’s Rules of Order [1] [Reglamento parlamentario de Robert] (considerado un instrumento técnico útil para las discusiones organizadas y para tomar decisiones).

En sexto lugar, una “estrategia de organización” no consiste sólo en un plan para aumentar el número de participantes en la lucha, sino también en un trabajo de conceptualización para alinear esta lucha específica con los objetivos privilegiados de la explotación y de la opresión. Por ejemplo, una de las maniobras estratégicas más brillantes del movimiento de liberación negro a final de los años 60 fue llevar la lucha al interior de las fábricas de automóviles de Detroit y formar la League of Revolutionary Black Workers [Liga de los trabajadores negros revolucionarios]. Hoy día podemos ver un desafío y una oportunidad similares en “Occupying the Hood” [Ocupar los barrios]. Los grupos que ocupan actualmente los patios de los plutócratas deberían responder rápido y sin equívocos a la crisis de los derechos humanos que atraviesa la comunidad de obreros inmigrados. Las manifestaciones por los derechos de los inmigrantes, hace cinco años, están entre las mayores manifas de la historia de los Estados Unidos. ¿Tal vez veamos converger el próximo Primero de Mayo a todos estos movimientos contra la desigualdad en una única jornada de acción?

En séptimo lugar, construir un movimiento que extienda auténticamente los brazos hacia los pobres y los parados requiere tener acceso a determinadas infraestructuras para responder a las necesidades humanas más urgentes: alimentos, un techo, cuidados médicos. Si queremos que haya vidas consagradas a la lucha, debemos crear cooperativas para repartir y redistribuir nuestros propios recursos a los jóvenes que pelean en primera línea. De igual manera, debemos crear una asociación de juristas implicados en el movimiento, como la National Lawyers Guild [Asociación Nacional de Juristas], que resultó vital para la contestación frente a la represión masiva de los años 60.

En octavo lugar, el futuro del movimiento “Occupy Wall Street” vendrá menos determinado por el número de personas presentes en el Liberty Park (aunque la permanencia de esta ocupación es una condición sine qua non para la supervivencia del movimiento) como por su capacidad para estar presente en Dayton, Cheyenne, Omaha y El Paso. Muchas veces, la expansión espacial de las manifestaciones equivale a una implicación cada vez más diversificada de los no-blancos y de los sindicalistas. La emergencia de las redes sociales representa una oportunidad histórica para establecer un diálogo horizontal nacional, incluso planetario, entre activistas que no pertenecen a la élite. El caso es que “Occupy Main Street” [“Ocupar la Calle Mayor”, como contraste con “Ocupar Wall Street”] necesita mayor apoyo por parte de los grupos más telegénicos y que disponen de mejores recursos en los grandes centros universitarios y urbanos. Una oficina nacional de oradores y contertulios sería una baza inestimable. También es esencial dar una perspectiva nacional tanto a las historias de la periferia como a las del corazón del país. El relato de las manifestaciones debe convertirse en una pintura de la manera en que la gente corriente está peleando por todo el país: contra la minería a cielo abierto en Virginia Occidental, por la reapertura de los hospitales en Laredo, en apoyo a los descargadores en Longview, contra una comisaría fascista en Tucson, contra los escuadrones de la muerte en Tijuana, o incluso contra el recalentamiento climático en Saskatoon.

En noveno lugar, la participación creciente de los sindicatos en las manifestaciones de Occupy –incluyendo la espectacular movilización que obligó a la policía de Nueva York a renunciar temporalmente a su intento de desalojar “Occupy Wall Street”) – cambia el dato y hace nacer la esperanza de que, tal vez, este levantamiento pueda llegar a convertirse en una auténtica lucha de clases. Pero debemos recordar al mismo tiempo que la mayoría de los líderes sindicales están incorregiblemente casados –y mal casados– con el Partido Demócrata, y también que están empantanados en estas guerras intestinas y amorales entre sindicatos que han arruinado cualquier esperanza de un nuevo desarrollo de la lucha de los trabajadores. Los manifestantes anticapitalistas deben conectarse más intimamente con los grupos de oposición de base y con los comités electorales más progresistas en el seno de los sindicatos.

Por último, una de las lecciones más simples pero también más duraderas que se pueden extraer de la disidencia de las generaciones anteriores reside en la necesidad de hablar un lenguaje popular. La urgencia moral de un cambio adquiere su mayor valor cuando se expresa en una lenguaje compartido por el mayor número de gente.

Las principales voces radicales –Tom Paine, Sojourner Truth, Frederick Douglass, Gene Debs, Upton Sinclair, martin Luther King, Malcolm X y Mario Savio– supieron siempre ganarse al pueblo americano con ayuda de palabras familiares y poderosas, ecos de las principales tradiciones de la conciencia americana. Un ejemplo extraordinario de esta aptitud fue la campaña casi victoriosa de Sinclair a la investidura de gobernador de California en 1934. Su manifiesto, “Acabar con la pobreza en California ahora”, consistía en realidad en una simple traducción del programa del Partido Socialista en términos bíblicos, y más en concreto en parábolas del Nuevo Testamento. De esta forma se ganó a millones de electores.

Hoy día, cuando los movimientos Occupy se preguntan si necesitan una definición política más concreta, hay que plantearse qué reivindicaciones pueden ganar al mayor número de personas, manteniéndose radicales, en el sentido de antisistémicas. Algunos jóvenes militantes bien podrían guardar temporalmente sus Bakunin, sus Lenin o sus Slavoj Zizek, para desempolvar el programa de campaña de Roosevelt de 1944: el Economic Bill of Rights [Declaración de derechos económicos] [2].

Era un toque de corneta a una ciudadanía social y la declaración del carácter inalienable de los derechos al empleo, a la vivienda, al acceso a la atención sanitaria y a una vida feliz –muy alejada por tanto de la tímida política de la administración Obama, esa política de rebajas del “Por-favor-no-nos-maten-más-que-a-la-mitad-de-los-judíos”. El programa de este cuarto mandato (al margen de cuáles pudieran ser las motivaciones oportunistas de la Casa Blanca) se servía del lenguaje de Jefferson para plantear las reivindicaiones fundamentales del CIO [3] y del ala socialdemócrata del New Deal.

No era desde luego el programa “máximo” de la izquierda (que reivindica una propiedad social y democrática de los bancos y de las mayores empresas), pero es la posición más progresista nunca adoptada por un partido de gobierno o un presidente americano. Hoy día, está claro, el Economic Bill of Rights es una idea completamente utópica, pero al mismo tiempo es la simple definición de lo que necesitan los americanos. Los nuevos movimientos, a semejanza de los antiguos, deben ocupar a cualquier precio el terreno de las necesidades fundamentales, y no el de un “realismo” político de corto alcance. Si optamos por ello, ¿por qué no beneficiarnos entonces de la bendición de Roosvelt?

Notas:

[1] Publicado por primera vez en 1876, el Robert’s Rules of Order, escrito por Henry Martyn Robert, trata del procedimiento parlamentario, esto es, de las reglas y convenciones denesarias para el vuen desarrollo de una asamblea deliberante o de una reunión. En 2011 apareció la 11ª edición.

[2] Los “Bill of Rights” [Declaración de Derechos] hacen referencia a las diez primeras enmiendas de la Constitución americana adoptadas en 1789. Garantizan las libertades fundamentales.

[3] Creado en 1938, el Congress of Industrial Organizations (CIO) fue uno de los principales sindicatos americanos, hasta su unificación con la American Federation of Labor (AFL) en 1955.

Mike Davis es profesor de historia en la Universidad de California, Riverside, y miembro del comité de redacción de la New Left Review. [Entre sus obras más recientes en castellano están: Ciudad de cuarzo, Lengua de Trapo, 2002; Planeta de ciudades miseria, Foca, 2008; El coche de Buda, el Viejo Topo, 2009].

Fuente: http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=4935

Llamamiento a crear un partido de izquierda

Llamamiento a crear un partido de izquierda

 

Viento Sur

[The Spirit of ´45 (El espíritu del 45), la nueva película de Ken Loach es un documental, basado en imágenes de archivo, que relata el nacimiento del estado del bienestar en el Reino Unido al final de la guerra, bajo el mandato del gobierno laborista de Clement Attlee. Aquel período estuvo marcado por una ola de nacionalizaciones sin precedentes -y sin equivalencia en los países occidentales- así como por la creación del NHS, (el sistema público de salud), entre otras cosas.

El estreno de la película, el pasado mes, en las pantallas británicas ha dado ocasión a una verdadera gira de reuniones públicas: muy rápidamente las discusiones se han centrado en el balance del estado del bienestar, los ataques actuales que intentan desmantelarlo, la deriva derechista del Partido Laborista. Y la necesidad de un nuevo partido…

Es ésta una preocupación que en un primer momento fue desarrollada por Ken Loach en varias entrevistas, entre ellas la concedida a la página Open Democracy:

Si los sindicatos dicen que vamos a hacer lo que hicimos hace un siglo, que vamos a fundar un partido para representar los intereses del mundo del trabajo y que no apoyaremos más que a los candidatos que defiendan una política de izquierdas, entonces podremos reemprender nuestra marcha hacia adelante. Pero tenemos necesidad de un nuevo partido y de un nuevo movimiento (…). En las últimas elecciones internas a la dirección del Partido Laborista, no había siquiera un candidato que representara a la izquierda de ese partido. Y es que ese partido ha sufrido las purgas realizadas por Blair y su sector. Los sindicatos deben cortar los lazos (con él) y volver a empezar con todos los que se sitúan en la izquierda, con quienes se implican en campañas militantes, en defensa del NHS, a favor de la vivienda, los servicios sociales. Con toda esa gente…”

Este “llamamiento” informal, repetido en numerosas páginas web -entre ellas la de Socialist Resistence, la organización británica de la Cuarta Internacional- se ha convertido rápidamente en un verdadero llamamiento, una petición que ha recogido ya más de 7.000 firmas. Este fenómeno ha desembocado en la creación de una red –LeftUnity dotada de grupos de base que debaten sobre la creación de un nuevo partido.

La cuestión de un nuevo partido no está, por otra parte, limitada a las discusiones de los círculos de la izquierda revolucionaria, donde el llamamiento de Ken Loach no va a dejar de provocar movimientos. Se ha abierto al debate político británico, en particular gracias a la publicación en The Guardian de una tribuna firmada por Ken Loach, Kate Hudson (secretaria general del CND, la campaña por el desarme nuclear) y Gilbert Achcar (académico y ensayista) cuya traducción publicamos a continuación.

François Coustal]

El Partido Laborista nos ha traicionado. Necesitamos un nuevo partido de izquierda

Gran Bretaña necesita de un partido que rechace las políticas neoliberales y mejore la vida de la gente corriente. ¡Ayudadnos a crearlo!

Ken Loach, Kate Hudson, Gilbert Achcar

La austeridad agrava la catástrofe económica que sufre Europa, como ocurrió muy recientemente a la población chipriota, pero George Osborne /1 prosigue la misma política desastrosa. El presupuesto anunciado la semana pasada no es una sorpresa: Osborne ha anunciado todavía más recortes presupuestarios así como la extensión del bloqueo de los salarios en el sector público, lo que significa un descenso del poder adquisitivo. Nos hunde aún más profundamente en un agujero económico, como muestra la revisión de las previsiones de crecimiento dadas por la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria: una tasa de crecimiento del 0,6% en lugar del 1,2% inicialmente previsto. Esto se parece mucho a una nueva recesión y no al prometido crecimiento; y es la gente corriente la que paga su precio. La violencia de los ataques económicos del gobierno no conoce límites. En bienestar social, en los subsidios de desempleo, en los impuestos locales o los impuestos sobre las habitaciones desocupadas /2, aplica otras tantas políticas punitivas dirigidas contra los miembros más vulnerables de la sociedad.

Si se la juzgara en función de los objetivos que dice perseguir, se podría fácilmente afirmar que la política gubernamental es ineficaz: el déficit será superior en 61.500 millones de libras más de lo previsto (unos 73.000 millones de euros). Pero, por supuesto, la realidad es que las políticas de austeridad han sido concebidas para desmantelar el estado del bienestar, bajar los salarios y privatizar completamente la economía, destruyendo todas las conquistas económicas y sociales obtenidas por las capas populares desde la Segunda Guerra Mundial. Desde el punto de vista de lo que busca el gobierno, sus políticas son eficaces.

La sociedad va comprendiendo cada vez más lo que quiere realmente el gobierno y, en consecuencia, crece la oposición y se discuten alternativas en materia de política económica. La semana pasada, el Guardian ha publicado un llamamiento de 60 economistas que explican que lo peor está por venir: quedan aún el 80% de los recortes presupuestarios a realizar…

Esas políticas económicas alternativas están en debate, pero a nivel político ¿hacia donde podemos dirigirnos para que sean defendidas como partido? Si queremos luchar por una alternativa, ¿quién está de nuestra parte? En el pasado, muchos esperaban que el Partido Laborista actuara a nuestro favor y con nosotros; pero ese no es ya el caso. ¿El subsidio de desempleo? La semana pasada, el Partido Laborista se ha abstenido y ahora el gobierno puede excluir de él a un cuarto de millón de demandantes de empleo. ¿La tasa por las habitaciones desocupadas? ¿La abolirá algún gobierno laborista?

Tenemos necesidad de políticas que rechacen los recortes presupuestarios de los conservadores, que regeneren la economía y mejoren la vida de las capas populares. No obtendremos nada de todo eso del Partido Laborista. Esto no deja lugar a dudas: en el pasado, hubo algunos logros laboristas destacables, como el estado del bienestar, el servicio de salud pública, una economía redistributiva que hizo posibles niveles más altos que nunca en igualdad en la educación y la salud. Pero estos logros pertenecen ya al pasado. Hoy el Partido Laborista está del lado de los recortes presupuestarios y las privatizaciones. Él mismo desmantela su gran obra del pasado. El Partido Laborista nos ha traicionado. Nada lo muestra más claramente que la película El espíritu del 45.

El Partido Laborista británico no está solo en el giro a la derecha y la conversión a las políticas económicas neoliberales. Sus partidos hermanos en Europa han seguido el mismo camino desde hace dos decenios. Pero, en otras partes de Europa, nuevos partidos o nuevas coaliciones -como Syriza en Grecia o Die Linke en Alemania- han comenzado a ocupar el espacio que dejaron vacante y a ofrecer una alternativa política, una visión económica y social. Hay que acabar con la anomalía que deja a Gran Bretaña sin una alternativa política de izquierdas para defender el estado del bienestar, la inversión creadora de empleos, la vivienda y la educación, la transformación de la economía.

Por esta razón, llamamos al pueblo a unirse al debate para la fundación de un nuevo partido de izquierdas. La clase obrera no puede permanecer sin representación política, sin defensa, precisamente cuando todas sus victorias y todas sus conquistas están siendo destruidas.

Notas :

1/ Ministro de Economía y Finanzas del gobierno Cameron

2/ No es realmente un impuesto aunque haya sido bautizado como “el impuesto de dormitorio». Es un invento del gobierno que quita dinero de las ayudas de la seguridad social por cada habitación vacía que tienen en su domicilio personas con pocos recursos. Es una forma de obligar a los pobres que reciben subsidio de alquiler a ir buscando viviendas mas pequeñas. Fue introducido al mismo tiempo que se redujo del 50 al 45 por ciento en la tasa de IRPF para los mas ricos (ndt) .

25/3/2013

http://www.guardian.co.uk/commentis…

http://www.gauche-anticapitaliste.org/content/grande-bretagne-lappel-de-ken-loach

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

Fuente: http://www.vientosur.info/spip.php?article7921